Como todo el mundo sabe, tres planos no paralelos confluyen en un punto, y H. se dirigía hacia ese punto abocado por tres razones.
La primera era la consideración de que su mente estaba separada de su cuerpo, es decir que su intelecto se había configurado al margen de su cuerpo y éste sólo era un depósito temporal.
La segunda reflexión era que puesto que la conexión entre su organismo y su mente era con seguridad casual, podrían establecerse bajo determinadas circunstancias nuevos depósitos, sobre los que no sería difícil sostener su espíritu, además tampoco parecía imposible simultanear su presencia en varios cuerpos continentes. Existía un método para provocar las condiciones necesarias, pero aún no se encontraba con las facultades precisas para acometerlo.
Puesto que para él era relativamente frecuente encontrar cuerpos de espíritu débil entre sus semejantes, también debía ser fácil franquearlos y frecuentarlos.
Pronto consiguió su propósito, podía establecer ciertas relaciones, entre las que se encontraban las sexuales, aunque todavía no el amor, entre los diferentes sujetos sobre los que su espíritu se alojaba, y esta era la tercera razón: se encontraba cerca, muy próximo pero también distante de ese recinto de confluencia que no terminaba de llegar, y eso le atormentaba y desgastaba como una fiebre permanente. Ardía en permanentes pesadillas.
Abrigaba la sospecha de que, a pesar de sus extraordinarias percepciones, no podía violar las leyes físicas que gobernaban la naturaleza, advertía una forma monstruosa sobre sus espaldas, en las aberraciones que se producen en los extremos de la cuenca de sus ojos.
Las relaciones entre su círculo fantástico determinaban su supervivencia, y lo que es más delicado, la memoria de H.
Sabía que los recuerdos no nos pertenecen – son imágenes que vemos fugazmente, como las ventanas de los edificios que observamos desde un tren en marcha, nada más – pero presentía que el mundo era observado desde una perspectiva nueva, desde un orificio que no sentía como propio.
El círculo fabuloso lo constituían: L., H., O., O. y Q. (continuará)
L. M. I.