Hasta el 26 de mayo la Tate Modern presenta “Duchamp, Man Ray, Picabia. “The moment art chaged forever”, enésima revisión de la obra de tres de los artistas que más han influido en nuestro modo de mirar.
La exposición es también la ocasión perfecta para que, una vez más, críticos y enterados del mundo entero coloquen su discurso acerca de Duchamp y peregrinen en masa hasta la mítica Fountain, convertida en símbolo de la muestra.
En realidad, la Fountain original desapareció casi inmediatamente después de su exhibición en 1917. De hecho, parece que una vez cumplió con su finalidad artística pudo ir a parar a un basurero o ser devuelta a su función original (obviamente, urinario).
La réplica de Londres no es la única existente. En 1951, Duchamp realizó la primera reproducción del original perdido, algo tosca y que ahora exhibe el Museo de Arte de Filadelfia. Más tarde, en 1964, movido por la necesidad de dinero, Duchamp autorizó ocho réplicas más, una de las cuales fue comprada por la Tate en el año 2000.
Los amantes de la indiferencia duchampiana pueden disfrutar de ella en “Conversaciones con Marcel Duchamp", el libro que recoge sus conversaciones con Pierre Cabanne.
También hablan de ello en Replica 21, una web mexicana muy interesante.
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