No puede parecer extraño la reaparición del Ready made en China, hoy la gran fábrica del mundo, cuna por tanto, de millones de objetos, y como todos sabemos del firmamento objetual, sólo se salvan de lo superfluo y ornamental unos pocos.
La rápida adquisición de cierto bienestar y un ascenso rápido y brutal de una minúscula, aunque de enorme magnitud, clase hacia niveles sociales antes inimaginables, ávida de manifestar ostentación y privilegio, parecen ser la causa de la demanda de ciertos objetos de arte que coquetean con el neopop, el kitsch y las “low technology”, todo ello aderezado con los elementos de la tradición, la iconografía china y la proyección del imaginario occidental que sobre el exótico oriente se ha construido.
El gigante chino carente de la tradición artística que supusieron las primeras vanguardias en occidente, abraza con desparpajo y se nutre, con autentico fervor de corrientes anteriores como Dada -que, en un momento inicial, también influyera en los representantes del Pop americano y posteriormente en el nuevo realismo francés, a través de los todavía surtidos intersticios del objet trouvé y del ready made (el gesto antiarte nihilista duchampiano)-, el objeto surrealista con sus poliédricos reflejos freudianos y lacanianos y el deconstruido objeto situacionista con la consiguiente victoria optimista de ese programa del Nuevo Realismo, donde Pierre Restany afirmara que, tras el no y el cero, se presenta un nuevo mito, y el gesto antiarte de Marcel Duchamp quedará cargado de positivismo. El ready-made ya no será solamente algo negativo y polémico, sino el elemento base de un nuevo repertorio expresivo.
Pero el arte chino también puede ofrecernos como una lupa y devolvernos como un espejo, del mismo modo que Klein cuando se arrojó al vacío desde un tejado, la imagen de determinadas fórmulas de experimentalismo vanguardista que consagró occidente y cómo se reformulan y articulan en un periodo, que podemos decir transhistórico y digital, y como mínimo de economía global, en otros territorios.
Es prematuro hablar de una crítica al comportamiento consumista y a la sociedad neocapitalista, al hedonismo y a la cultura del espectáculo que propusieron Dada o los nuevos realistas a través de la manufactura de sus apropiaciones, sus acumulaciones y otros dispositivos que activaban con sus objetos.
Hoy, China produce un amplio catalogo de objetos y acontecimientos que nos abruman, pero que al mismo tiempo nos remiten a una mirada de lo propio, que no es otra cosa que la generosa contribución creativa de lo humano.
Maria Church
La rápida adquisición de cierto bienestar y un ascenso rápido y brutal de una minúscula, aunque de enorme magnitud, clase hacia niveles sociales antes inimaginables, ávida de manifestar ostentación y privilegio, parecen ser la causa de la demanda de ciertos objetos de arte que coquetean con el neopop, el kitsch y las “low technology”, todo ello aderezado con los elementos de la tradición, la iconografía china y la proyección del imaginario occidental que sobre el exótico oriente se ha construido.
El gigante chino carente de la tradición artística que supusieron las primeras vanguardias en occidente, abraza con desparpajo y se nutre, con autentico fervor de corrientes anteriores como Dada -que, en un momento inicial, también influyera en los representantes del Pop americano y posteriormente en el nuevo realismo francés, a través de los todavía surtidos intersticios del objet trouvé y del ready made (el gesto antiarte nihilista duchampiano)-, el objeto surrealista con sus poliédricos reflejos freudianos y lacanianos y el deconstruido objeto situacionista con la consiguiente victoria optimista de ese programa del Nuevo Realismo, donde Pierre Restany afirmara que, tras el no y el cero, se presenta un nuevo mito, y el gesto antiarte de Marcel Duchamp quedará cargado de positivismo. El ready-made ya no será solamente algo negativo y polémico, sino el elemento base de un nuevo repertorio expresivo.
Pero el arte chino también puede ofrecernos como una lupa y devolvernos como un espejo, del mismo modo que Klein cuando se arrojó al vacío desde un tejado, la imagen de determinadas fórmulas de experimentalismo vanguardista que consagró occidente y cómo se reformulan y articulan en un periodo, que podemos decir transhistórico y digital, y como mínimo de economía global, en otros territorios.
Es prematuro hablar de una crítica al comportamiento consumista y a la sociedad neocapitalista, al hedonismo y a la cultura del espectáculo que propusieron Dada o los nuevos realistas a través de la manufactura de sus apropiaciones, sus acumulaciones y otros dispositivos que activaban con sus objetos.
Hoy, China produce un amplio catalogo de objetos y acontecimientos que nos abruman, pero que al mismo tiempo nos remiten a una mirada de lo propio, que no es otra cosa que la generosa contribución creativa de lo humano.
Maria Church
No hay comentarios:
Publicar un comentario