Aún cuando vivió entre la burguesía, siguió manteniendo su esencia, siendo esa mujer de rompe y rasga que cautivó a los intelectuales de la época, de Apollinaire a Breton.
“Todo lo que necesito es una cebolla, un poco de pan y una botella de vino tinto, y eso siempre habrá alguien dispuesto a ofrecérmelo”
Su verdadero nombre era el de Alice Ernestine Prin y nació en 1901. Su madre, decidió marcharse a París dejando a su hija al cuidado de su abuela, lavandera y costurera. A los 13 años Kiki se marcha a la capital para reunirse con su madre, y allí descubre una nueva forma de vida, alejada de la moral asfixiante de los ambientes rurales, y entra a trabajar en un taller de encuadernación y, al mismo tiempo, empieza a posar desnuda para artistas.
Cuando su madre se entera de su trabajo como modelo, la echa de casa. En ese momento Kiki tiene 17 años y se queda desamparada, sin techo y sin recursos. Es el París de los cafés, de la alocada vida nocturna del final de la Gran Guerra, y Kiki empezará a recorrer sitios como La Closerie des Lilas, Le Dôme, Le Bouef sur le Toit, La Rotonde y otros. Locales todos ellos frecuentados por artistas de bolsillos tan vacíos como los suyos, pero que alcanzarán un renombre mundial.
En esos años 20, desembarcará en la que por aquel entonces era la capital mundial del arte, el fotógrafo norteamericano Man Ray. Fue hacer una sesión de fotos para él e iniciarse una historia de amor que se extenderá a lo largo de los años, con un resultado artístico más que destacado.. Al él le escribió:
“Siento un dolor en el corazón al pensar que esta noche estarás solo en tu cama, te quiero demasiado, sería bueno que te amara menos porque no estás hecho para ser amado, eres demasiado tranquilo. A veces tengo que suplicarte por una caricia, por un poquito de amor… Pero tengo que aceptarte como eres, después de todo eres mi amante y te adoro; vas a hacerme morir de placer, de amor y de pena. Te muerdo la boca hasta que sangra y me emborracho de tu mirada indiferente y a veces mezquina”
Al convencerse de que Man Ray no la amaba, cambió París por New York pero fue un cambio fugaz. Volvió, se reconciliaron y surgió “Le violon d’Ingres”.
Mujer capaz de pasar de la alegría a una melancolía que la hacía cantar las canciones más tristes regadas con sus propias lágrimas, a nadie dejaba indiferente, y frecuentaba las casas de muchos intelectuales aficionados a hablar de todo, incluido el amor y el sexo, hasta el punto de que Kiki les reprochaba que hablaban demasiado sobre sexo pero que no sabían practicarlo.
“Kiki reinó en esta era de Montparnasse con mucha más fuerza de la que nunca fue capaz la reina Victoria a lo largo de toda su existencia” Ernest Hemingway
Kiki abrirá su propio cabaret en el momento más inoportuno. Años que anunciaban otro conflicto bélico de enorme envergadura, y que terminó con la colonia de artistas que ocupaba el barrio, dispersada a los cuatro vientos por el huracán de la guerra. Luego ya nada volvió a ser lo mismo, y Kiki volvió a las calles del barrio, a recorrer los adoquines que la habían visto en su momento de máximo esplendor, a entrar en los cafés en los que era recibida como la reina que era, para desgranar notas de un pasado que ya parecía muy alejado en el tiempo, y que los parroquianos parecían ya querer dejar en el olvido. Kiki ya era una figura que salía desde las nieblas de la intrahistoria del barrio que la adoptó y la encumbró.
En 1953 cayó desplomada en una de las calles de Montparnasse, y con ella murió también una época de libertad, de ruptura de los corsés de una moral anticuada, caduca y opresora, de aquel París en la que la vida parecía una fiesta constante para poder huir, a lomos de la música y elevados por los vapores del alcohol, por encima de la miseria. Fueron pocos los que acudieron a un entierro que se financió con aportaciones que sus amigos recogieron en los lugares que la habían coronado como reina y como musa indiscutible para grandes artistas como Man Ray, Fujita, Cocteau, Chagal, Eisenstein, Modigliani, Calder, Soutine y tantos otros.
Maria Church
Edición original: Kiki de Montparnasse FRA
Guión: José-Louis Bocquet
Dibujo: Catel Muller
Tinta: Catel Muller
Color: Blanco y negro
ISBN: 978-84-96722-30-9
Editorial: sins entido
Colección: Sin nosotras
Idioma: Castellano
Nº Edición: 1
Fecha de edición: 10-2007
Encuadernacion: Tapa dura
Tamaño: 25 x 18 cm.
384 páginas
Catel Muller ilustra libros infantiles y colabora en varias revistas. Su trabajo en el cómic fue descubierto en el Festival Internacional de Cómic de Angoulême donde recibió el premio del Público en 2004 por Le Sang des valentines.
José-Louis Bocquet es periodista, crítico literario, autor y guionista de cómic. Kiki de Montparnasse es su primera novela gráfica, pero ya colaboró en varia biografías como las de Hergé, Clouzot o Goscinny.
No hay comentarios:
Publicar un comentario