En 1969, un círculo de artistas contemporáneos americanos idearon un plan para poner un museo de arte en la Luna. Cuando los canales oficiales de la NASA demostraron ser demasiado burocráticos, Andy Warhol, Robert Rauschenberg, David Novros, Forrest "Frosty" Myers, Claes Oldenburg, y John Chamberlain no se desalentaron. Al contrario, se las compusieron para colar su "museo" - en realidad una lámina de esmalte minúsculo inscrito con seis pequeños dibujos - en una de las patas del módulo de aterrizaje de la misión Apolo 12, el Intrepid.
El mini-museo, que recuerda a un chip de computadora paleo-moderna, incluye 6 obras: un dibujo de una línea ligeramente ondulada, cortesía de Rauschenberg, a su derecha un cuadrado negro con finas líneas que se cruzan y asemejan un circuito, de David Novros. Debajo la contribución de John Chamberlain, un patrón de plantilla, semejante también a un circuito. En la parte inferior una interpretación geométrica de Micky Mouse, de Claes Oldenburg. Myers aporta en la parte inferior izquierda, un dibujo generado por computadora de un "símbolo afín" llamada "interconexión". El último dibujo, en la parte superior izquierda, es de Andy Warhol, que el New York Times en el 69 tildó de "un garabato compuesto por las iniciales caligráficas de su firma," pero obviamente es un pene- cohete, que parece querer penetrar la virginal Luna, - recuerdo a Duchamp.
La idea para el Museo de la Luna surgió a través de una “brainstorming” planeado por Forrest "Frosty" Myers. Afirmó que "mi idea era conseguir reunir la obra de seis grandes artistas y hacer un pequeño museo con presencia en la luna." Myers probó varias veces para que su proyecto fuera aprobado por la NASA. Pero Myers afirmó que la agencia le dio evasivas por lo que ideó una fórmula para organizarlo de forma furtiva.
Myers contactó con “Experiments in Art and Technology” (EAT), un grupo sin fines de lucro que une artistas con ingenieros para crear nuevas obras. A través de EAT, Myers se introdujo en los Laboratorios Bell, específicamente a través de Fred Waldhauer. Usaron técnicas que normalmente se utilizan para producir circuitos telefónicos - los seis dibujos fueron reducidos y llevados al horno sobre láminas de cerámica iridio-plateado que medían apenas 4.3 "x 1 / 2" x 1 / 40 ". Se crearon entre 16 o 20 de estas hojas, una para su inserción sobre el módulo de aterrizaje lunar y el resto, copias del original, entregadas a los artistas y otras personas involucradas en el proyecto.
La existencia de la obra no fue revelada hasta que Myers lo notificara a “The New York Times”, que publicó un artículo sobre la historia dos días después de que el Apolo 12 alunizara a la izquierda de la luna, y dos días antes de que amerizara en el Océano Pacífico.
Dudo como conceptuar ese gesto que bien podría inaugurar una nueva modalidad de arte, y que ha permanecido casi velado. Este es sin duda un guiño de aquellos artistas, en la creación de un acontecimiento cósmico, una intervención en el espacio exterior, una acción estética con una presencia aunque ilícita, irrevocable.
Pero debía ser así (como que alguien tenía que ser el que pintara el primer cuadro negro en la historia - Kazimir Malévich-), en la exploración del cosmos los objetivos no pueden ser necesariamente la búsqueda del conocimiento, sino también -como otra parte del comportamiento humano- el arte, el deseo de jugar y articular misterio y “Capital M” (human capital management). El cosmos inspira dudas, emociones y representaciones- la moneda de las artes.
El contexto y sus circunstancias son el nutriente de la exploración y la creatividad, así que ¿quién puede decir que los artistas, no han de asumir y poseer mayor presencia en nuestra comprensión del espacio?
Luis María Iglesia
No hay comentarios:
Publicar un comentario