27.5.08

Oxímoron – Laberinto. Memorial del holocausto en Berlín de Peter Eisenman




Debiera ser inevitable tropezar en Berlín con el laberinto ordenado de hormigón de Eisenman, su memorial judío, y entonces será también irremediable hallar en él un símbolo extenuado de la deconstrucción, y un sarcófago horizontal del movimiento clausurado retóricamente por la desaparición del padre de la deconstrucción literaria y filosófica Jacques Derrida (1930-2004).

La deconstrucción ha supuesto un heterogéneo movimiento estético que reclamó su pensamiento. Muchos han considerado la deconstrucción, en su demolición o desmontaje de andamiajes ideológicos, como una práctica que revela la estructura interna de los sistemas de pensamiento al descomponer sus elementos mientras los reduce a escombros.

La deconstrucción arquitectónica se formuló contra el estilo posmoderno; sin embargo, la desconstrucción literaria y filosófica fue manifestación inequívoca de la posmodernidad. Éste es sólo uno de los muchos equívocos que difuminan los perfiles del movimiento estético inspirado por Derrida. El más importante es, desde luego, el difícil acuerdo entre la construcción y su contrario, que hace de la deconstrucción arquitectónica un oxímoron, una “contraditio in terminis”, un palimpsesto de ausencia y espacio.

Debiera ser inevitable tropezar en Berlín con ese oxímoron transitable, entre la ausencia y la presencia, entre el olvido y la memoria, que se expande en los “pliegues” de ese laberinto-palimpsesto, y que se desenrolla en itinerario que pueda hacer frente al pasado.

Oxímoron que dilata el espacio y que pueda desafiar la indiferencia, en los límites de la imagen y el lugar, donde se hace visible la presencia fantasmática del dolor. La presencia recurrente y obsesiva del vacío dejado por todas las presencias.

Por supuesto nada puede restituir la pérdida, nada puede borrar las infamias de la historia y, sin embargo, en la medida que el duelo pertenece al repertorio de lo fraternal, es como si Berlín quisiera convertir en física la manifestación de su dolor, su responsabilidad histórica o su culpa.

Hacer hablar al espacio urbano del dolor que lo atraviesa o mantener el olvido. Debemos elegir.

L. M. Iglesia

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